Somos la sal de la tierra y también la luz del mundo. Somos instrumentos en las manos de Dios para salar y para alumbrar. ¿Qué impacto estás teniendo? ¿Eres sal y luz? ¿Se ha disminuido la influencia que deberías de tener, debido al pecado? ¿En tu ambiente permites que el Espíritu Santo te use como la sal y la luz que eres? Cuando permites que el Espíritu Santo te use, los hombres no verán sólo las obras de un hombre, sino que verán a Dios a través de esas obras. Nada glorificará más a Dios delante de los hombres que cuando nosotros los cristianos, somos lo que tenemos que ser. Que el mundo vea en nuestro carácter a Dios, y que Él sea glorificado en nuestras vidas.